De la educación

José Antonio Marina (filósofo y profesor):

Creo que va calando la idea de que no hemos entrado en la ‘sociedad del conocimiento’, como decimos continuamente, sino en la ‘sociedad del aprendizaje’. En una sociedad veloz, sometida a una innovación permanente, hemos de aprender a lo largo de toda la vida. Cuando era pequeño, la gente se burlaba de los turistas japoneses porque preguntaban por todo y fotografiaban todo. Ellos sentían ‘pasión por aprender’. ¡Ojalá sintiéramos esa misma pasión! ¿De quién hay que aprender? De los que lo hacen mejor que nosotros. Y también de nuestros errores. Lo que define la verdadera inteligencia no es que no fracase nunca, sino que aprenda de esos inevitables fracasos. Por ello, podemos decir que no somos muy inteligentes políticamente porque, al no reconocer nuestros fracasos, no podemos aprender de ellos. La obcecación es la tenacidad en el error (Crónica n.º 906 [El Mundo 24/02/13], p. 4).

 

Marta González (matemática y profesora):

¿Por qué se detectan tantas lagunas en los estudiantes españoles cuando llegan a la universidad? […] La situación no cambiará hasta que los docentes asimilemos que lo importante no es que los alumnos aprendan una fórmula o la típica receta rutinaria para aprobar la Selectividad. Deben aprender a pensar y a reflexionar sobre los problemas que se les plantean. Y esto lleva su tiempo. Al instituto no se va a corregir los deberes, sino a intentar subsanar las dificultades que hayan tenido al hacerlos en su casa y a darles pautas para que ellos mismos encuentren y corrijan los errores (El Mundo 24 de febrero de 2013, p. 51).

 

Fernando Savater (filósofo y profesor):

El educador no es un animador cultural, no es una especie de presentador de televisión que tenga que sonreír permanentemente. El educador tiene que ofrecer una resistencia al educando, pues todos crecemos apoyándonos en lo que nos ofrece resistencia, como la hiedra. Hace falta algo que ofrezca resistencia para que uno crezca hacia arriba y no se desperdigue hacia abajo o hacia los lados, y los educadores somos quienes ofrecemos resistencia. Pero la resistencia no siempre es vista como algo grato, sino como algo frustrante. El joven tiene (o cree tener) ante sí una infinitud de posibilidades y el educador frustra muchas de ellas para privilegiar otras que considera más importantes o necesarias. Y ese trabajo no siempre es recibido con simpatía. Uno puede procurar ser lo más grato posible al educando, pero sabiendo que la tarea misma lógicamente te enfrentará con él antes o después. La cosa que más me repugna es esos viejos que se pasan la vida halagando a los jóvenes, diciéndoles que son estupendos, que saben más que nadie, que todo lo que hacen es la salvación del mundo… A mí eso me parece la labor antieducadora por excelencia. El verdadero corruptor de menores es ese que elogia a los jóvenes para caerles simpático (Filosofía Hoy n.º 18, pp. 13-14).

 

Linda Bevilacqua (presidenta de la Knowledge Core Fundation):

[…] creo que a los niños hay que darles unas instrucciones concretas y marcarles unos límites. Es necesario el esfuerzo. No creo que todo en la enseñanza deba ser fácil y divertido, porque así no es la vida. Los niños se sienten muy bien cuando son capaces de superar las metas que los profesores les van marcando. Saben cuándo han hecho algo difícil y con éxito y se sienten muy orgullosos (El Mundo 16 de febrero de 2013, p. 20).

 

Carmen Posadas (madre y escritora):

[…] los niños no necesitan papás que sean amigos o colegas. Necesitan modelos, referentes, padres a los que admirar, maestros a los que emular. ¿Y cómo van a hacerlo si los unos desautorizan a los otros? Todo esto es tan obvio que da sonrojo tener que recordarlo. Pero, con tanta modernez mal entendida, no viene mal hacerlo de vez en cuando (XL Semanal n.º 1321, p. 73).

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